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El Mejor Amigo del Político: El Chivo Expiatorio

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¿Estamos a setas o a Rolex?

¿Estamos a setas o a Rolex?

No solemos en esta casa repetir escritos que ya hemos publicado, sin embargo, creemos que esta vez y para el caso que nos ocupa, poco podemos añadir a lo que ya escribimos hace la friolera de casi dos años. ¿El asunto? La denuncia del ayuntamiento de Sevilla –con su alcalde Juan Antonio Zoido, Partido Popular, a la cabeza- contra Jürgen Mayer, a cuenta de los errores que llevaron a Metropol Parasol (AKA: Las Setas de la Encarnación) a doblar con creces su millonario presupuesto.

Si en aquella ocasión Zoido amenazaba con pedir todo el sobrecoste, la noticia que estos días rebota por la red nos habla del encargo de un informe pericial (Más de 76.000 euros, que ya es decir) para contemplar la viabilidad de reclamar a Mayer 4,2 millones por deficiencias en los proyectos básicos y de ejecución por los que ínclito alemán cobro la bonita suma de 848.000 euros.

El texto, originalmente publicado el 26 de marzo de 2012 y que solo hemos retocado levemente, es el siguiente.

REJOYCE.

Entre todos la mataron….y ella sola se murió.

Y Jürgen Mayer se comió el marrón.

No sé qué les parecerá esta nueva versión del refranero, pasado por la bética y por la maravillosa casta política gobernante, sea del color que sea. Porque tengan claro que si hay algo en lo que nuestra querida partidocracia consigue poner de acuerdo a tirios y troyanos es en cumplir, a rajatabla, el precepto del chiste de la nacionalización y las bicicletas.

¿No lo conocen? Atiendan:

En un pueblecito deciden que están hartos del caciquismo y que van a nacionalizar los medios de producción. Estilo koljos, pero con chistorra y boina a roscachapa. Así, los líderes gritan:

– ¡Y los tractores serán comunales!

A lo que el enfervorecido proletariado contesta, todos a una:

– ¡SI!

Y continúan:

– ¡Y los arados serán comunales!

A lo que contesta el respetable:

– ¡SI!

Y rematan:

– ¡Y las bicicletas serán comunales!

En ese momento, uno de los vecinos levanta la mano y contesta, airado:

– Ah oye, no jodamos, que yo bicicleta tengo.

Pues lo mismo: Los políticos de este país (no jodamos), bicicleta tienen. Todos.

Y ello hace que les veamos a todos unánimes cuando se propone bajarles los sueldos; que sean un solo hombre a la hora de no recortarse privilegios o que se tapen las desvergüenzas por colores unos a otros aplicando la vieja fórmula del “¿No nos haremos daño verdad?”. Es decir, que pidan a otros lo que ellos mismos son incapaces de aplicar, que practiquen el noble arte del rasgado de vestiduras (público y notorio) para con los desmanes de los demás, pero nunca para con los propios. Que exijan –en suma- unas responsabilidades que ellos mismos hace tiempo olvidaron que debían aplicarse en altísimo grado.

Es con este concepto puramente españistaní en mente con el que recibimos la noticia de que el Ayuntamiento de Sevilla piensa reclamar a Jürgen Mayer por el sobrecoste de Metropol Parasol.

No les cuento otra vez la historia para no aburrirles. Creo que está claro qué opinamos en esta santa casa del proyectito, el mayor exponente del neoliberalismo icónico en Andalucía aderezado en este caso, nobleza obliga, con video-final de fiesta by Ove Arup.

Empecemos por decir que no tenemos especial interés en que nadie transite por un juzgado. Y menos un compañero. Aunque sea un compañero algo peculiar, como es el caso de Jürgen Mayer, que va ganando concursos de ideas con proyectos que no pueden hacerse por el presupuesto de licitación. O dicho más clarito: que gana haciendo -aparentemente- trampas a sus propios compañeros.

Añadiremos que en TODOS los contratos que hemos firmado con la administración, es común la cláusula que indica que, en caso de existir un modificado y de ser este achacable al mal hacer del redactor del mismo, a errores de su parte o a cualquier otro motivo que no sea una causa de fuerza mayor completamente justificada e imprevisible, el propio redactor será responsable civil y penalmente (Ojo, nada de bromas aquí, que hablamos de cárcel).

Dicho esto, y asumiendo que si el proyecto debía costar 50 millones y ha costado más de 100 alguien ha metido la extremidad hasta el anca, la pregunta es evidente:

¿Es Jürgen Mayer, tan piernas y tan malo-malasombra como pudiera ser, el único responsable del fiasco?

La respuesta es, evidentemente, NO.

El objetivo del ayuntamiento de Sevilla no parece ser otro que el de buscar un bonito cabeza de turco propagandístico que pudiendo ser culpable no lo es desde luego sólo, sino en compañía de otros. De muchos otros.

Porque, y empecemos desde el principio:

1.- ¿No son responsables los miembros de un jurado que se toman su altísima responsabilidad a chicota y que profundizan menos que el capitán Cousteau en un charco? ¿No lo son cuando, en el cumplimiento de su (y no bromeo) sagrada función no se aseguran de que aquello que están eligiendo como proyecto ganador puede efectivamente construirse con el dinero que aparece especificado en las bases que les obligan? ¿O es que quizá el jurado era, simplemente (y muy simplemente, en su doble acepción) un jurado estético y no nos hemos enterado?

Hasta donde uno sabe, si el concurso especifica sus parámetros en unas bases y esas bases incluyen -como no puede ser de otra manera- un PRESUPUESTO DE LICITACION (Es decir, el dinero que hay para la obra) ¿No es labor del jurado analizar las propuestas teniendo en cuenta todos los parámetros, incluido el económico?

Y no, queridos amigos, no me vengan con que eso no se mira, con que no había tiempo. Si no había tiempo para hacer una labor decente, si no tenían los medios o si, sencillamente, no sabían ustedes, la solución es fácil: Abandonen el jurado. Abandonen y hagan constar en acta porqué.

2.- Siguiendo el hilo: ¿No tiene nada que decir la constructora que licito el proyecto? Cuando se licita un proyecto de construcción se recibe el (valga la redundancia) proyecto de construcción como documentación básica. ¿No se lo miraron? ¿Le hicieron el número gordo? ¿No tienen a nadie que fuera capaz de detectar que aquello era (y cito) “Inviable” por un error en la estructura o en la cimentación de los parasoles? Si era tan inviable ¿Cómo no se dieron cuenta?

3.- Y llegando a lo fundamental:

¿Quién aprobó los modificados que incrementaban el presupuesto? ¿Quién decidió seguir con la obra? ¿No fueron acaso los políticos del Ayuntamiento de Sevilla? ¿Acaso Jürgen Mayer se sienta en el salón de plenos del ayuntamiento de Sevilla y vota él solo, reunido consigo mismo, por unanimidad?

¿No tienen ninguna responsabilidad quienes están al cargo del dinero público, que son quienes deben administrarlo?

¿Nadie en todo el gobierno de la ciudad de Sevilla se planteó en algún momento parar el desastre y repensar las cosas?

No. Por lo visto no. Recuerden: En el caso de los políticos, todos tienen una bicicleta. Incluso con ruedines.

Sólo así se explica que el actual alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, se nos ponga dignísimo y demuestre una vez más que el mejor amigo del hombre no es, como podría pensarse, el perro…. sino el chivo expiatorio.

Porque, y por favor, no me hagan lecturas partidistas de esto, que lo mismo me da… que me da lo mismo, ¿Qué tiene Juan Ignacio Zoido, Partido Popular, que decir de los excesos presupuestarios de Calatrava, firmados por sus compañeros de partido de Valencia?

¿Recomendará Juan Ignacio Zoido a sus allegados políticos valencianos que procedan de igual manera con el suizo universal? ¿Cuál es la postura pues del Partido Popular, la que defiende en Sevilla? ¿O quizá la que adopta en Valencia?

¿Es quizá mejor el sistema Valenciano, en el que los contratos de Calatrava no solo le eximen de cualquier responsabilidad en los modificados sino que además le aumentan los honorarios proporcionalmente, sean o no achacables a su labor?

¿Dónde está esa rueda de prensa de Don Juan Ignacio en la que, por coherencia, afee la conducta a los responsables de bonitos fiascos como son la ciudad de las Artes de Galicia, la Caja Mágica de Madrid, el Auditorio Princesa Letizia de Oviedo…? ¿O es que la coherencia, como las bicis, tampoco la vayamos a hacer comunal… por lo que pueda pasar?

Y por no centrarnos solo en un lado del hemiciclo, y para que vean que en todas partes cuecen habas ¿La furibundia con la que el PSOE de Valencia critica los desmanes Calatravianos… la pierden al pasar Despeñaperros? De nuevo: ¿Cuál es el criterio del PSOE, el que defiende en Valencia o el que exhibió Alfredo Sánchez Monteseirín con Metropol Parasol?

O quizá el criterio, no nos engañemos, es que a mí la bici que no me la toque nadie  porque el infierno son, siempre, los demás.

Durante demasiado tiempo, en esta profesión, inútiles atrevidos e inconscientes de camarilla han querido hacernos creer –Y lo que es peor, lo han conseguido en escuelas y clases de proyectos- que lo que hacemos es un juego. Pero no un juego como pueda entenderlo Johan Huizinga en “Homo Ludens” (Nada hay más serio que el juego) sino, antes al contrario, un ejercicio especulativo exento de responsabilidades en el que el recurso a una supuesta investigación ha ocultado el imperdonable olvido de la realidad social de la arquitectura. Una realidad que pasa indefectiblemente por aspectos económicos y que tiene uno de sus pilares fundamentales en la asunción expresa de responsabilidades sobre aquello que se proyecta.

Desde este punto de vista, es más que probable que mucho sea lo que tengamos que exigirle a Jürgen Mayer. Sin embargo, flaco favor estaríamos haciendo a esta sociedad -a la profesión- si permitiéramos que los responsables últimos, aquellos a quienes por su CARGO PÚBLICO puede y debe exigírseles el máximo, pasaran por este trance de rositas, mirando al tendido y cantando a voz en pecho “pió, pió, que yo no he sido”.

Metropol Parasol, el proyecto y quizá el propio Mayer, no son la enfermedad. Son solo un síntoma, tan grande, tan mal construido y tan caro como se quiera. La podredumbre, la enfermedad, sin embargo se extiende mucho más allá. Es mucho más profunda y pese a que el asunto pueda servir como aviso a navegantes para retomar el debate sobre el concepto de responsabilidad (tan necesario), no serán estas soluciones cosméticas, sesgadas,  parciales y populistas las que nos sirvan para erradicar el problema.



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